Eres mortal. Dos palabras claras cuya labor es recordarnos de nuestra vida finita. Estar consciente de nuestra mortalidad nos hace meditar en cómo estamos aprovechando nuestra vida. Las religiones dan una esperanza no comprobada de una trascendencia de la consciencia; predican una inmortalidad apetecible para cualquier persona, pero sin sustento.
Tener clara nuestra mortalidad nos da el empuje para trascender en la memoria de la humanidad, de nuestros hijos, de nuestros amigos. En mi criterio, hay tres formas para tener consciencia de nuestra mortalidad: llegar a una edad avanzada, padecer de una enfermedad terminal o ser intencional en reconocerla.
Sé que mi vida es temporal. Como humanista sé que mi tiempo para hacer algo de valor es mientras esté vivo y tenga las fuerzas. Hacer algo positivo por la humanidad está más allá de la creencia de una recompensa, o castigo, posterior; es más por el sentimiento de satisfacción de haber dejado una semilla valiosa en este mundo; al morir no tendré la consciencia de ellas, pero mis hijos, amigos y personas sí.
También estoy consciente de que desconozco la forma en la que dejaré la hermosa experiencia de vivir. Christopher Hitchens, antes de morir de cáncer del esófago, llegó a preguntarse ¿Por qué a mi?, tiempo después cambió su pregunta a ¿Por qué no a mi?, nuestra mortalidad nos hace flancos fáciles para cualquier enfermedad o acontecimiento para acabar con nuestra vida.
La creencia de la inmortalidad, por las religiones, es un impulsor de falsas expectativas; éstas generan pensamientos de especialidad y de la idea de un salvador.
El sentimiento de especialidad hace pensar que todo lo malo le pasa a los demás, en las religiones es lo que les pasa a los enemigos de dios. Una persona al considerarse especial, no creerá que pueda sufrir una enfermedad terminal, que llegue a sufrir algún accidente que lo deje impedido, entre otros; “éstas cosas le pasan a los demás”. Cuando algo le ocurre, aparece la pregunta ¿Por qué a mi?, o como diría Hitchens ¿Y por qué no mi?.
La creencia de un salvador, es la hermana del sentimiento de especialidad. Cuando algo malo ocurre, inmediatamente se busca al salvador; éste puede ser cualquier persona, habitualmente en personas religiosas es dios. Una persona enferma de cáncer buscará un salvador que le cure de su enfermedad, orará a dios por sanidad. Infortunadamente en los casos de enfermedades terminales salir “curado” es aleatorio, lo queramos admitir o no.
Gran parte de los acontecimientos en nuestras vidas son al azar. Una persona puede salir feliz de su casa y a los pocos minutos perder la vida en un accidente. No hay nada especial y no existe un salvador.
Con lo anterior pretendo dar un punto de vista de reflexión, habrá algunos que lo verán como pesimista. Recuerda: somos mortales, tienes una sola vida, tienes una sola oportunidad de vivir hazla digna de recordar.
Me gustaría pensar que moriré siendo un anciano. Sentado en el balcón de mi apartamento viendo hacia el horizonte. En mi librero están los libros que escribí, una computadora donde están las grabaciones de las charlas que di, un buzón de correos con mensajes de las personas que ayudé. Ahí sentado decir, como dice la canción, lo hice a mi manera y expirar.
Ese es mi deseo, morir de esa manera. ¿Podría suceder?, sí, pero no hay certeza en ello, existen miles de maneras como podría morir, después de todo soy mortal.
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