Vivimos en una sociedad donde la mayoría cree en dios. Al revisar los datos estadísticos del sitio de Gallup en 2010, podemos apreciar que en los países de Latinoamérica —a excepción de Uruguay y Cuba— el cristianismo ronda entre el 70% al 90% de la población. El espacio para no creyentes es muy reducido.
Aquellos que han dejado sus creencias religiosas, se enfrentan al reto de una sociedad donde la mayoría es creyente, pero lo más doloroso es enfrentar a la familia cuando solo una persona abandona sus creencias religiosas.
Hablando en específico de las culturas cristianas, cuando un familiar o amigo afirma que ha dejado de creer, de inmediato se activan las «alarmas» para atraer de nuevo a un alma que se está perdiendo.
El sentimiento por parte del creyente es real y sincero, en verdad se preocupa por el «alma» de su ser querido que ha apostatado —es decir abandonó la fe. A partir de esto, intentan convencerlo de que debe regresar a los caminos de dios, y si eso no funciona, apelan a la culpa, y si eso tampoco funciona entonces usan el arma más poderosa... los sentimientos familiares.
En muchos «apostatas» este escenario genera un conflicto interno. El amor que se siente por la familia entra en conflicto al querer evitar «guerras» de ideologías. Y el dolor es más grande cuando esta batalla ilusoria es contra los padres.
—¿Por qué estás pelando con dios?— es la pregunta que a menudo hacen. Una pregunta, que si tú piensas igual o similar a mí, no tiene sentido. Nadie se pelea con alguien que no existe, o cree que no existe. Es igual a decir que estoy peleando con San Nicolás porque no me trajo el robot que quería cuando era un niño.
El dolor de la familia es el más intenso. A esto se le agrega el dolor de las amistades, quienes te llegan a ver como un rebelde que se aleja para no «obedecer» los mandatos y estatutos de dios. Y por supuesto, están aquellos que se alejan de ti porque ahora eres una mala influencia, alguien quien ya no tiene valores morales porque no tiene una guía divina.
Y... ¿qué hay de las relaciones laborales? Muchos llegan a pensar que trabajar con alguien quien no cree en dios es una persona poco confiable, alguien sin pudor que será capaz de cualquier cosa porque no tiene temor de dios.
El conflicto de sentimientos acompaña a la persona. El sentimiento del rechazo por la ideología de que sin religión eres nada, es fuerte. Muchos prefieren ocultar su falta de creencia, aunque esto les provoque más dolor interno.
En lo personal. Recuerdo que cuando iba a la iglesia mi mente batallaba porque no creía, pero me gustaba estar con mis amigos. Cuando me pedían que orara, yo lo hacía, pero... me sentía fatal. Me sentía un hipócrita. Me sentía una persona con falta de integridad.
Con mis amigos teníamos un grupo de la iglesia, hasta que un día les dije que ya no quería seguir a cargo porque me sentía hipócrita, y lo único que quería era paz interior. Solo les pedí que me dejaran seguir asistiendo por la amistad.
Hoy en día ya no tengo muchas amistades. Prefiero estar solo con una mente tranquila, a tener muchas amistades pero con un sentimiento de hipocresía.
Poco a poco he ido expresando más mis sentimientos, siempre respetando la integridad física y psicológica de la otra persona. Lo más doloroso como indicaba al inicio, es enfrentar a la familia.
He aprendido que lo más importante es tener paz mental; este es el reto.
Comentarios
Publicar un comentario